sábado, 27 de octubre de 2012

Por la calle de Alcalá

Hoy teníamos una entrevista en Radio Círculo, pero -cosas del destino- se confundieron en la hora de citación y, cuando llegué, ya se había terminado el programa. ¡Vaya chasco! Nos habíamos quedado sin esa promoción que nos habría venido tan bien para la función de este domingo... Llevaba en el bolso unos papelitos preparados con la información que había imprimido y cortado antes de salir de casa. Aproveché a repartirlos por aquella zona (Alcalá, Gran Vía y alrededores). No dejo de sorprenderme cómo la gente se muestra, mayoritariamente, tan amable y receptiva cada vez que me acerco a ofrecerles uno de esos papelitos. También hay, claro está, quien pasa de largo sin siquiera mirarte...; ahí se queda uno súper cortado, con el brazo extendido, sin saber dónde meterlo, ni que hacer con él. A veces el rechazo es incluso despectivo; entonces te quedas hecha polvo, dolida. Pero es el riesgo que conlleva hacer algo así. Hay que comprenderlo, también yo, muchas veces, cuando me han ofrecido un papel por la calle, he pasado de largo. Hay que ser muy sensible y entrar suavemente para no molestar. Estamos hartos y saturados de publicidades, de que nos quieran vender y vender cosas. Hay que acercarse de otra manera; que se deje sentir que se trata de algo especial, algo con corazón. Entonces la gente lo agradece. 

Con esta acción, he tenido hoy y otros días la ocasión de entablar conversación con gente muy dispar. Me he dado cuenta de que hay un alto porcentaje de gente que le gusta el teatro. Un muy bajo porcentaje de público que conoce a Agustín García Calvo y, los que le conocen, o son unos apasionados de sus escritos y razonamientos, o todo lo contrario: aborrecen su postura tan radical. Y, es que -como dice Agustín-, la guerra es con uno mismo y eso es algo peliagudo. No siempre uno está dispuesto a jugársela.
   
              

2 comentarios:

  1. Supongo que los de "Radio Círculo" te habrán concedido otra cita.
    En cuanto a guerra personal de la que habla Agustín, pienso que es una postura heroica, pues ya de por sí la batalla está perdida con la inevitable y siempre inesperada visita de la Muerte.
    Por ese motivo, lo más sencillo es dejarse llevar por la corriente del río que desemboca en el mar... (que es el morir).
    Otros como Agustín, y ahí está su mérito, prefieren nadar a contracorriente, aun a sabiendas que, finalmente, también tendrán el mismo destino.

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    Respuestas
    1. Muerte y vida se parecen en que no sabemos lo que son, ni una, ni otra. Esa es la maravilla. Luchar contra cualquier idea que pretenda saberlas y, por tanto, encerrarlas en algún "credo", una liberación. Cuando ésta se hace con las razones, dramas y poesías con que lo hace Agustín, un regalo.
      Saludos, Carlos Fontales

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